jueves, 29 de noviembre de 2012

CAPITULO 4


   En el anterior capitulo os hablaba de un ingreso en Barcelona, la parte de la clínica donde yo estaba ingresada se llamaba UTCA (Unidad de Trastornos de la Conducta Adolescente). La verdad es que si quitabas el hecho de que los castigos eran duros, el sitio no estaba mal… En mi habitación habían tres camas, pero solo se ocuparon dos, una chica (que no recuerdo su nombre) y yo. No se cuales eran los problemas de esta chica, y tampoco me importaban, sé que tenía quince años y que ya había tenido un aborto. Había otra habitación de chicos, ellos eran tres, solo recuerdo a Pedro, era catalán y skinhead… daba bastante miedo, pero era con el que mejor me llevaba. Luego había otro chico con una deficiencia mental, un poco agresivo y muy pegajoso, que asco, me perseguía a todos lados con las babas cayéndosele. (No tengo ningún problema con los chicos con deficiencias mentales, mi hermano tiene una), como veréis no se me dan bien las descripciones, pero para que os hagáis una idea de cómo era el sitio intentaré describirlo. Al lado de las habitaciones había como una sala de entretenimiento, teníamos una tele, dos sofás una cadena de música y una mesa de pingpong. Lo de la mesa era lo mejor, ya que no estaba ahí por anorexia, nadie me impediría hacer un poco de deporte, en la sala había también una pequeña terraza con una canasta de baloncesto y de vez en cuando salíamos para que nos diese el sol. Por supuesto no se podía fumar, y eso me ponía más nerviosa aún… pero Pedro, tenía unos amigos que cuando salíamos a la terraza se acercaban y dejaban un cigarrillo encendido en un agujerito que hicieron en la valla que nos separaba de la calle. Al menos nos quitábamos un poco el mono. Al otro lado de la sala estaba el comedor y la cocina, las paredes eran blancas y yo las veía negras… vamos que para mí era un sitio en el que no quería pasar mucho tiempo. Esas eran las partes que más pisábamos de la clínica, siempre con supervisión, no podías estar nunca a solas y había cámaras por todas partes.

   Todos teníamos a la misma psicóloga y la misma psiquiatra, eran majas, Lorena era la psicóloga, era guapísima: alta, pelo largo y negro, tez morena, delgadita (la envidiaba bastante). He dicho que era maja? Vale, explico… esta fue la primera psicóloga con la que me llevé bien, no sé exactamente porque. Ella sabía que yo dibujaba cuando me aburría y las primeras terapias lo único que hacía era pedirme mis dibujos para que le explicara que significaban, nunca se me dio bien expresar mis sentimientos con palabras, así que lo hacía mediante los dibujos. Supo ganarse mi confianza, alagaba mis dibujos y esas eran mis tareas de terapia, dibujar. Me acuerdo de un dibujo en especial, era un lobo con la boca abierta enseñando los colmillos, pero tenía algo diferente a otros dibujos de perros y lobos. Sin quererlo le había dibujado una mirada triste y unas lágrimas de sangre. Y bien? Qué significaba este dibujo? Claramente, me sentía herida y no estaba dispuesta a que nada ni nadie me hiciese daño, de ahí el enseñar los dientes… estaba a la defensiva.

   Antes dije que no tenía amigas, bueno tenía dos y por suerte aun las conservo. Maite, mi mejor amiga, crecimos juntas. Yo era la niña gorda, y ella era la niña delgadita y “fea”, a ella también le insultaban mucho si no era porque llevaba gafas de “culo de vaso” era por el aparato dental. Por suerte cuando yo estaba a su lado nadie la insultaba… más que nada porque era más divertido insultar a la gorda.
Amparo es la otra amiga, bueno, antes que amiga era mi monitora de juniors (un grupo católico para llevar a los niños por el camino de Dios y todas esas polladas). Amparo fue quien le hizo saber a mi madre que tenía anorexia, se dio cuenta antes que nadie, siempre iba detrás mia “has comido hoy? Come o se lo diré a tu madre” y así varias amenazas que al final cumplió. Os hablo de ellas porque hicieron algo por mí que recordaré siempre con mucha alegría, llamaron a Barcelona, a mi psicóloga e hicieron un acuerdo con ella y conmigo. Si comía todos los días (aunque no me lo acabase todo) me daría un permiso para salir el fin de semana. Fue el día de mi cumpleaños, salí y mi sorpresa fue encontrármelas allí, me abrazaron me trajeron regalos y nos fuimos a la ciudad, ah! Y fumé jajajaja mucho! Que ansias tenía de fumar. Después de ese día me empezaron a dar más permisos, yo estaba contenta porque eso significaba que en poco tiempo saldría de allí, volvería a mi casa y no pisaría ningún sitio parecido. Error! Volví a Valencia y estuve una semana en casa, durante esa semana PREVI S.L. (si tenéis curiosidad tienen página web) la clínica de trastornos de la alimentación de Valencia estaba preparando mi “reingreso”.

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