La muerte de mi padre cambió mi vida, y me cambió a mi.
Puede que ahora si sea el momento de tocar un poco el tema de mi infancia.
Yo era una niña muy callada, aparentemente dócil y algo
antisocial. Era la niña gordita y graciosa de la clase (graciosa porque era
fácil hacer chistes a mi costa). Sacaba buenas notas, pero no excelentes, ya
que tenía y tengo una dificultad en el aprendizaje (dislexia) hasta esto era
motivo de burla hacia mi! Odiaba a todos y cada uno de mis compañeros, unos
inteligentes, otros populares, otros cazurros de la ostia pero también
populares, y luego estaba el macarra de la clase con su socio. Ese chico me dio
muchos problemas… demasiados, él fue el que empezó las burlas, todos lo
imitaron (al parecer les parecía divertido).
Me insultaban, me pegaban, tiraban mis cosas al suelo… pero
yo no lloraba, no quería que supiesen que me estaban ganando. La verdad, estaba
bastante gordita.. que coño! Estaba gorda! El día que mejor recuerdo, fue un
día en que bajé a la calle, yo sola (como siempre) a jugar, dije algo no
recuerdo que, y un niño mayor que yo se me acercó:
-Has insultado a mi madre maldita gorda?
-No! No! Solo estaba jugando!
-Además de gorda mentirosa!
Buenoooo que genio tenía este chaval! Vino a por mi, me metí
corriendo en el patio de mi casa, pero entró y me pegó la paliza del siglo.
Subí corriendo a casa, llorando y mi padre se acercó y me preguntó que había
pasado. Se lo conté y no dijo nada… se quedo callado (que manía esta familia
con callarse!)
Al día siguiente tenía una audición de piano, iba guapísima
pero estaba triste y la audición fue un desastre, me equivocaba en cada nota!
Vaya fracasada! Ya acabada la audición, mis padres y yo fuimos a tomar un
helado y adivinad a quien nos encontramos iendo en bici? A Ángel (así se llama
el matón que me dio la paliza) mi padre lo cogió y lo tiró de la bici, y le
dijo “La última vez que tocas a mi hija”. Y así fue, no me volvió a tocar. A lo
que iba con esta pequeña historia es, que mi padre siempre me defendía, que
nadie hiciese daño a su hijita. Al perderlo me dí cuenta de que ya no estaría
para defenderme, que me tocaba sacarme las castañas del fuego, pero yo no
quería! Nunca me había defendido, no sabía defenderme. Dejé de salir a la calle
para evitarme problemas hasta los 16 años.
Cambio de instituto, cambio de amigos… Puedo empezar una
nueva vida! Ya no era aquella niña gorda, ahora era la adolescente gordita, por
la depresión supongo adelgacé un poco.
En el nuevo instituto hice buenos amigos; Gemma, Luz y Sofi.
Gemma y Luz eran un año mayores que yo y bastante más maduras que el resto de
la clase, por eso me gustaba estar con ellas, aunque nunca dejé que supiesen
nada de mi (por si acaso se volvían en mi contra). Así fue mi cambio, pasé de
ser la niña inocente, a ser la chica desconfiada, triste y loca. Sí, estaba
loca, o eso pensarán muchos de los que lean esto. Las autolesiones eran
continuas, me castigaba por la muerte de mi padre, ni si quiera había aceptado
su muerte en realidad. Estaba asustada y cabreada, muy cabreada con el mundo y
con eso a lo que llaman Dios. Muchas preguntas sin respuesta pasaban por mi
cabeza “porque murió? Porqué tan joven? No estaba enfermo. Porqué me ha
abandonado?” Que impotencia no obtener respuesta, esto me mataba y hacía que
quisiese matarme, llegó un punto en que los cortes no eran suficiente,
necesitaba algo más, otras formas de evadirme. Cómo lo hice? Fiestas y más fiestas,
drogas, alcohol hasta desmayarme, la mayoría de las fiestas las hacía en mi
casa, ya que vivía sola (mi madre encontró pronto un sustituto de mi padre y se
fue a vivir con el), en las fiestas entraban desde 30 a 40 personas, ninguno de
estos amigos mios, todos unos hipócritas incluida yo. Pero me harté, ya nada
era suficiente para calmar mi dolor, ni fiestas, ni drogas, ni chicos, ni
lesiones… nada. Qué hacer cuando nada quita tu sufrimiento? No lo sabía, y
pensaba que nada haría que ese sentimiento desapareciese, hasta que pensé en
acabar con mi vida. Bueno, realmente no lo pensé, directamente salté por el
balcón. Y? Evidentemente, me salvé por suerte o por desgracia, tres meses en el
hospital en silla de ruedas, con el talón roto y las vértebras destrozadas.
“Vaya putada, esto no quedará así” pensaba, lo intenté de nuevo, pero esta vez,
tragándome una pila (ahora si podéis llamarme loca) pero me pillaron, no se
como, pero lo hicieron, y me sacaron la pila… “Tal vez, algo o alguien no
quiere que muera, porque? Si yo quiero morir! Merezco morir!”
Por supuesto lo intenté muchas más veces y cada cual más
original, no soy de rendirme fácilmente, no voy a poner el resto de formas de
intentar matarme por si alguna coge ideas ¬¬, finalmente me cansé de intentarlo…
Iba a vivir, vale, sea quien sea o lo que sea, había ganado. “Viviré, pero a mi
manera” en los días siguientes estaba muy triste, ya no finjía sonrisas era
absurdo y muy falso, dejé de comer y empecé a bajar de peso, así sin más y algo
curioso ocurrió… La gente, gente que antes me insultaba o que ni si quiera se
acercaba a mi, empezó a hablarme, a interesarse por mi vida, a querer invitarme
a sus fiestas. “Vaya! Entonces solo era eso? Solo tengo que bajar de peso para
ser más feliz?”
Ese día me conoció Ana, y digo me conoció porque yo no sabía
ni que existía una enfermedad llamada “anorexia”.
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