Así es como
me gustaría llamar a mi novela, una novela sobre mi relación con la anorexia y
en alguna ocasión la bulimia.
A algunas no
les interesará leer la vida de otra persona, otras puede que no se atrevan a
leer más allá del primer capítulo (ya que hay sucesos bastante fuertes) habrán
otras que se sientan identificadas, pero al final cada una tiene su historia y
yo, voy a contar la mía.
CAPITULO 1
Tal vez deba
empezar a hablar de mi infancia, pero no lo voy a hacer, no porque no quiera,
sino porque lo haré más adelante. No seguiré una línea cronológica estricta. Mi
vida, en general es un desorden ordenado a mi manera, y así será el guión de
esta “autobiografía”.
Me gustaría
hablaros primero de cuando mi salud mental se jodió del todo.
24 de Diciembre
de 2004
Como era
habitual, toda la familia se reunía para cenar y celebrar la Nochebuena. Mi
madre estaba enferma, recién operada de la espalda y como en mi casa no
teníamos ascensor nos quedamos a vivir en casa de mis abuelos durante la recuperación
de mi madre, así que celebraríamos el evento familiar allí.
Recuerdo
aquel día con todo detalle. Mi padre se fue a trabajar temprano y volvería para
cenar, o antes, por la tarde llamó a mi madre y bueno, estuvieron largo rato
hablando (nada interesante supongo) luego mi madre me pasó el teléfono para
hablar con él, así fue la conversación.
-Hola
Sheyla, ya estoy en casa, he acabado pronto de trabajar, cogeré algo de ropa
para tu madre y voy. Te has portado bien? No hagas enfadar a los abuelos, has
recogido tu habitación? (yo mientras tanto respondía “si papa” “vale papa”)
Estás cuidando de mamá? Cuídala bien, no le hagas hablar…
-que sí
papá! Llevo toda la noche cuidando de ella, porque no la cuidas tú también?!
Y así acabó
la cosa, le pasé el teléfono a mi madre y me fui, pero antes de irme mi madre
me dijo:
-Me ha dicho
el papá que no te enfades con él. (Palabras que más adelante, acabaría
recordando toda mi vida)
Pues sí, me
enfadé, y mucho. Tenía 14 años y yo solo quería jugar, y pasarlo bien, no pasar
todo el día cuidando de mi madre, y encima que lo hago, mi padre no reconoce
mis esfuerzos… que cabreo cogí!
(Esto aunque
no lo parezca, es una parte muy importante de la historia, ya que, horas más
tarde esa inocente y enfadica niñita descubriría un sentimiento llamado culpa.)
Nueve de la
noche, mi primo Ismael y yo jugábamos al parchís y escuchábamos música (no diré
cual, me avergüenzo de mis gustos musicales de entonces) estábamos felices,
faltaban aún por llegar mi tío y mi primo Abraham, cuando llegasen empezaría la
fiesta! Bailar, cantar, reír, abrir los regalos y jugar!! (Que ganas tenía de
pasarme toda la noche jugando)
Pero vino mi
abuelo a pedirnos que bajásemos la música (vaya rollo, con lo que mola tenerla
a tope) que mi madre no se encontraba bien “le duele la espalda” dijo. Así
hice, bajé la música y escuché a mi madre… Llantos desgarradores de rabia y
dolor, llantos que en mi vida había escuchado… “Dolor de espalda? No lo creo…
algo peor ocurre” pensé. Algo en mi pecho decía que algo terrible estaba
pasando, que algo iba a cambiar mi vida por completo. Fui hacia el cuarto de mi
madre, cada paso que adelantaba era un golpe en el pecho, y cada vez más
fuerte, cada vez más asustada y mis sospechas crecían.
Entré en la
habitación, mi tía estaba con ella, mi madre lloraba y hablaba por teléfono,
decía algo de un coche (nuestro coche? Que coche? Qué pasa?) le pasó el móvil a
mi tía y ella también lloró…
“PERO QUE
COJONES ESTÁ PASANDO?!!” pensaba yo entre tantos llantos.
Me arrodillé
frente a la cama y le cogí la mano a mi madre y empecé a pensar:
“Es algo
sobre papá, que pasa? Me da igual, estoy muy enfadada con él. Ojalá le haya
pasado algo, que se joda!”
EH EH! Espera!!
Qué clase de pensamientos son esos? Que niña más cruel no? Me di cuenta, de que
aquello que estaba pensando, no lo quería decir en verdad, así que rectifiqué.
“Bueno, pero
que no sea nada muy malo… una pierna rota? O un brazo escayolado? Sí, eso es,
solo eso, nada más grave”
Mi tía colgó
el teléfono… silencio… Nadie dijo nada, pero todos lloraron, nadie dijo las
palabras que confirmarían la tragedia, mi padre había muerto. Nadie lo dijo,
pero se supo. El ambiente cálido y navideño se volvió triste, frío, doloroso,
lleno de sufrimiento, pero yo todavía no entendía porque. Me senté en el
sillón, me tapé (temblaba muchísimo) y curiosamente, no lloré… nada, ni una
lágrima, ni si quiera los ojos llorosos. Solo pensaba “está ocurriendo de
verdad? Es Navidad, no pasan cosas malas en Navidad!!” (Que inocente eh?)
Así estuve, minutos,
horas, días? No lo sé… el tiempo para mí se paró, mi mundo, mi corazón, mi
alma, estaban muriendo. Y ahí me quedé, asimilando la situación, hasta que
llegaron mi tío y mi primo Abraham. Mi primo entró llorando (nunca en mi vida
lo había visto llorar) me sorprendió, no entendía nada, porque lloraba? Porque todos
lloraban?
Me levanté y
me abrazó diciéndome: “Lo he visto, estaba en el coche, como… dormido, estaba
aquí, ya llegaba… no va a venir… lo he visto Sheyla, lo he visto” Lo ha visto…
no paraba de repetir esas palabras, lo ha visto? A mi padre? Muerto? Y ahí
seguía yo, blanca, temblando, abrazando a mi primo…pero no lloraba.
Evidentemente
la cena se suspendió, aunque no para todos… A mis primos y a mí nos llevaron a
casa de mis otros tíos a cenar. Ese fue el primer día en que dije “NO” a la
comida. No quiero comer, mi cuerpo, mi alma, yo he muerto… No necesitaba
alimentarme, un muerto no lo necesita, mi única necesidad era entender que
ocurría.
Y aquí
termina el primer capítulo, el capítulo más triste y doloroso de mi vida. Ahora
(las que me leéis en twitter) entenderéis porque cuando se acerca esta fecha
digo “Voy a morir” Porque cada 24 de Diciembre muero, con él, con mi padre.
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