*En
el anterior capitulo comenté que me dijeron que solo estaría unos meses, bueno,
pues me mintieron… pasé allí más de cuatro años.
Hoy
os quiero hablar de algunas personas que conocí allí y mi relación con ellas. Empezaré
hablando de mis psicólogas. Vero se llama la que fue mi primera psicóloga
y la directora de la clínica, una chica joven, alta rubia y muy delgada. Muchas
pacientes especulaban sobre si tenía anorexia, yo no creo que en ese momento la
tuviese, pero si puede que antes de formar el centro hubiese sufrido algún
problema similar y que por eso decidió crear un sitio donde pudiese ayudar a
otras chicas con este problema. Pero solo son suposiciones mías. Al principio
Vero me daba un poco de miedo, era muy seria (aparentemente) y muy dura en
algunas ocasiones, sobre todo con los “castigos”. Estuve unos dos años con ella
y para mí era una de las mejores psicólogas de allí. Cuando alguna paciente decía
algo malo de ella, la defendía con uñas y dientes. Qué cambio el mío, de odiar
a todos los psicólogos a defenderlos. Recuerdo que las primeras terapias no
hablaba (era la costumbre que tenía, cerrarme en banda) yo solo cruzaba los
brazos y asentía con la cabeza, hasta que un día me dijo “Porque no hablas?” y
respondí “porque estoy aquí en contra de mi voluntad… y odio a todos los psicólogos”.
Así se lo solté pensando que le haría enfadar y así no querría darme más
terapia, pero mi sorpresa fue cuando me contestó “Piensa que no soy psicóloga,
solo una persona a la que acabas de conocer, hola yo soy Verónica.” Y así sin
más fui confiando en ella.
Al
año me asignó a otra terapeuta, Diana, más joven que Vero, metro setenta,
morena, ojos verdes, tez blanca, delgada y siempre con una gran sonrisa. Diana
venía de Madrid, pasaba casi todo el día en la clínica, no en su despacho, sino
con nosotras hablando, jugando… como una compañera más. Todas le cogimos mucho
cariño. Con ella trataríamos en terapia el tema de las habilidades sociales, yo
era una persona muy agresiva y casi siempre estaba a la defensiva, cuando no
era agresiva era pasiva, nunca había un punto medio. Por otro lado seguiría
tratando con Vero los temas de la alimentación, así que tenía dos terapias
semanales con psicólogas distintas, a diferencia que con Diana, no parecía que
fuese a terapia. A veces nos íbamos al río a hablar, otras nos quedábamos en el
despacho, cuando no, me acompañaba a una tienda de ropa (por ejemplo) a superar
uno de mis miedos, como era descambiar una camiseta que me venía pequeña. En
esa época me aleje mucho de mi mejor amiga Maite y me daba mucha vergüenza
llamarla y quedar con ella, me daba miedo que me rechazase, que hubiese hecho
amigos mejores que yo (y eso no era difícil). Diana me hizo llamarla, antes
practicamos como sería la conversación entre Maite y yo, ella hacía de mí, y yo
hacía de Maite, respondiendo todo lo que yo creía que Maite me diría
rechazándome. Finalmente la llamé, Diana estaba delante de mí, apoyándome,
recuerdo que cuando colgué el teléfono fui a abrazarla y le di las gracias por
ayudarme a recuperar la amistad con Maite. Seguía siendo mi mejor amiga, me
había echado mucho de menos y tenía ganas de verme.
Para
entonces parece ser que mi estado de ánimo iba mejorando, y mi agresividad
disminuía. Dejé de tener terapia con Vero, ella estaba muy ocupada formando
otras clínicas en Castellón y Alicante, me explicó en nuestra última terapia
las razones por las que ya no hablaríamos, las entendí y acepté tener solo
terapia con Diana. Pero un día ocurrió algo que nos dejó a casi todas las
pacientes en “shock”, sobre todo las que más la conocíamos: estábamos haciendo
la actividad de la tarde con Ros (una de las monitoras) entró Diana, con cara
triste y nos dio un CD que nos pidió que no lo escuchásemos hasta que se fuese,
el CD contenía canciones que ella había elegido para darnos un mensaje y que lo
recordásemos siempre. Nos pidió que nos
sentásemos, nos tenía que contar algo importante… mi intuición decía que era
una mala noticia, y no falló. Su padre había muerto y tenía que volver a Madrid
a cuidar de su madre.
-Pero…
volverás, ¿verdad? – le dije.
Me
respondió con un “no lo sé” acompañado de muchas lágrimas, yo eso lo interpreté
como un “No”. Nos abrazó y se fue… Una despedida rápida, pero muy dolorosa. El
comedor se llenó de llantos, incluso las auxiliares lloraban, Ros nos abrazaba
y nos animaba a seguir. Fue la primera vez que dejé salir mis sentimientos, que
lloré con total libertad, sin importarme que me viesen débil, simplemente lloré
y pasé días llorando… le había cogido mucho cariño.
Pusimos
el CD, eran canciones preciosas, canciones que como he dicho antes incluían un
mensaje en sus letras, un mensaje de apoyo. “Adelante, podéis salir de esto,
podéis ser felices y cumplir vuestros sueños.” Éstas eran algunas de las
canciones:
"Ésta soy yo, El sueño de morfeo" (Con ésta canción me sentí especialmente identificada, prestad atención a la letra si queréis conocerme bien "Dicen que tengo que reir un poco más y callar un poco menos")
"Voy a vivir, El sueño de morfeo" (Ésta en especial la dedico a todas mis princesas, a todas aquellas que creen que no vale la pena vivir)
Espero que hayáis disfrutado de estas canciones y os haya sacado alguna que otra sonrisa :D
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